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El equipo de Perú que humilló a Hitler

  • Foto del escritor: Jesús Villa
    Jesús Villa
  • 23 sept 2020
  • 2 Min. de lectura

“Hay verdades que están tan a la vista de todos que, precisamente por eso, el vulgo no las ve o por lo menos, no las reconoce” Meim Kampf (Mi Lucha), A. Hitler.

Empezó como todas: una idea subversiva, el líder carismático, un sistema opresor y una propaganda sin escrúpulos; eso sí, también terminó como todas. Es el ejemplo clásico del totalitarismo. La Alemania Nazi, a través de la influencia política y la coerción a los disidentes, doblegó la consciencia crítica. Su mensaje era contundente, radical y sobretodo irracional; pero se ejerció con tal potencia que suponerse en contra era exponerse a la voluntad de la mayoría, y esta masa funcional no tenía piedad.


Asimismo hay que hacer esfuerzos feroces para defender y asentar ante la mesa internacional ideas como: “La superioridad de la raza aria”. Y pregunto… ¿Qué mejor forma –no bélica- de patrocinar tal supuesto que en la competencia deportiva más importante del Mundo?



Berlín, 1936. El partido Nazi hace de una celebración deportiva un objetivo político mundial: demostrar la superioridad de su raza. El fracaso no es admisible. La sociedad y el tercer Reich esperan en sus atletas la consagración de una idea racial que sirva para fundamentar planes geo-bélicos posteriores.


Participaron 49 países. El fútbol, que para la fecha ya había conmemorado dos Copas Mundiales, era la principal atracción. Del balompié acudieron 16 naciones, solo una de Latinoamérica, Perú y su delantera, “El rodillo negro”.


… Me enteré gracias al brillante Eduardo Galeano. Una historia de dignidad.



En el primer partido el seleccionado incaico goleó 7-3 a Finlandia, y se perfilaba de gran forma para enfrentar a Austria (tierra natal de Adolf Hitler). Ya en este partido, Perú terminó el primer tiempo abajo, 2-0. El Fuhrer, contemplaba desde las tribunas como se reforzaban sus supuestos ideológicos en un resultado futbolístico. Seguro no estaba entre sus planes que el partido, a pesar de que el árbitro ya había anulado 2 goles a los peruanos, acabase con derrota austriaca de 4-2. Hitler, el nazismo y la sociedad alemana se rompían la cabeza ante lo que sus ojos presenciaron: un ¡no es posible! invadió a propios y extraños, entre ellos el comité olímpico.


No hay mucha información de cómo se llevó a cabo tal discusión, pero las autoridades competentes decidieron anular el partido y agendar una repetición para el día siguiente.

Mira si el tercer Reich se habrá frotado las manos ante el fallo a favor. Una nueva oportunidad para sostener la ideología, para corregir el desagradable accidente, seguro con un partido ajustado a sus ambiciones antes del pitazo inicial.


Al día siguiente no hubo partido, la delegación de Perú se rehusó a la injusticia, hizo sus maletas y volvió a América. El totalitarismo no logró influenciar ni hacer coerción a esa delegación del pequeño país con delantera negra. Hitler jamás tendría revancha. Ante la ausencia, la mesa olímpica dio el partido Austria, y en la precipitación, también dio dignidad a Perú.


Una historia que debería ser tópico escolar en cada salón del Perú. 1936, el año que un equipo peruano humilló al nazismo.






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