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EL MILAGRO DE BERNA

  • Foto del escritor: Jesús Villa
    Jesús Villa
  • 8 ago 2018
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 13 ago 2018


Imagen extraída de la película "El milagro de Berna"

Muchos son amigos. Hay un colectivo de personas que estigmatiza el fútbol como un deporte “vacío”, y sostienen sus argumentos de orden sociológico acusándolo de ser un juego plano y aburrido, que además sirve como mecanismo distractor de las masas. Lo definen más o menos: un torpe entretenimiento millonario, desplegado para que la sociedad se distraiga o (hasta se olvide) de los problemas reales que deberían afrontar. El “pan y circo” del presente. Si tu opinión es similar la respeto, pero no sabes que es el “Milagro de Berna”.

Hagamos un ejercicio de telepatía. Vayamos a la década del 50, en la Alemania post-guerra, y del lado más hostil del muro. La pobreza y zozobra imperan. Las familias se dividen entre los que reciben cartas de hijos y maridos difuntos y los que al recibirles vivos notan que estos nunca serán los mismos. No hay quién pueda ignorar la realidad.


De todas formas la guerra terminó y el Mundial vuelve a Europa, a Suiza que logró esquivar la ultranza bélica. Alemania Occidental, que había sacrificado tantos hombres en batalla, no era tomada por favorita. La oncena germana se hace paso y llega a la final, contra Hungría que, además de tener a los míticos Czibor, Kubala y Puskás, saldaban 4 años sin perder. Son conscientes que no gozan del favoritismo, y el que no lo sea solo debía recordar que en fase de grupos los húngaros les humillaron 8-3.


Otra de las cosas hermosas del deporte rey, la improbabilidad siempre está latente, regalando esperanza. No importa si juegan contra un equipo invencible, familias y amigos se juntan para ver el partido, y quienes no tienen TV se amontonan alrededor de una radio. La lluvia en la ciudad Berna solo hizo más conmovedora la remontada alemana (3-2) después de empezar perdiendo 2-0 en el décimo minuto.


Es eso: un pueblo que sabe que las miserias están ahí, no desaparecen por arte de magia, pero por 90 minutos pueden ilusionarse en alcanzar un mérito que, aunque sea un poquito, también es suya… Un capitán (Fritz Walter*) que levanta la copa del mundo meses después de ser prisionero de guerra en un campo soviético en Siberia y un resultado deportivo que permitió el resurgimiento de un orgullo y respeto nacional que a posterior ayudará en la creación de la nueva República Federal Alemana. El fútbol es fútbol, pero nunca es solo fútbol.




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*Fritz Walter (1920-2002) fue el capitán de la selección de Alemania en el Mundial de 1954. Fue capturado por el ejército soviético y obligado a hacer trabajos forzados en la Gulag. Jugo su carrera completa en el Kaiserlautern.

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